2 nov 2010

Confesiones con Luna Llena.

    Estando aquí contigo, Gerardo, te contaré un secreto gracias a las varias botellas de vino que llevamos encima y con la luna llena de testigo. Es una confesión que va desde un pedazo de mi corazón muerto: estoy enamorada de otro hombre. No me mires así, tu lo sabías muy bien. Tampoco grites, no hace falta. Gritando no lograrás entender mejor ni que yo te cuente más rápido. Ven, sirve una copa. Cálmate. Escúchame.

   Lo amé con una locura y una pasión dignos de ser envidiados por mortales y los diferentes dioses del cielo, de la tierra y del inframundo. Lo amé tanto que le di mi pasado, presente y futuro sin pedir nada a cambio. Tú deberías saber que el amor es así, Gerardo; deberías de saberlo si alguna vez en la vida has amado a alguien que no seas tú.

   Él era perfecto, me dió su vida también, su alma. Me regaló todo de él, me permitió vivir en su pensamiento, respetó mi libertad y yo respeté la de él. Con él aprendí a hacer el amor como lo hacen las vírgenes, las prostitutas, las casadas, las amantes, con el cuerpo, con el corazón, con el alma... así me unía a él y al Universo al mismo tiempo. Que no me mires así, Gerardo! Aprende más bien de él.

   Ese hombre era mio y yo era de él sin preguntas, sin reproches, sin poseernos. Éramos uno. Éramos "Nosotros". Te dije que estoy enamorada porque hasta la luna de hoy lo amo como a nadie, aunque ya él murió de rutina de olvido. Estoy enamorada de su recuerdo.

   Pero por qué gritas, Gerardo, si ese hombre lo conocías a la perfección? No, no es amigo tuyo. Ese hombre del que hablo, fue el que tu mataste cuando decidiste ser quien eres ahora. Hablo de ti cuando te brillaban los ojos al sentirme cerca, cuando eras capaz de ser "Nosotros" y no "Tú".

   Amo a ese Gerardo. No a ti. Lo extraño a él. No a ti. A ti no te conozco. No amo ni extraño a desconocidos.

Z. Andry C.