18 oct 2010

Amigas, hermanas, almas gemelas.

 
   Ellas se conocieron en la soledad más triste de todas: en aquella soledad que se siente aún cuando se está acompañado del resto del mundo. Eran tímidas a la edad de 10 años pero un día nublado en el recreo, las unió esa mirada franca en la que cada una entendió la soledad de la otra. Sí. Se entendieron, se comprendieron y nació la amistad, aquella que después de fuertes pruebas se convierte en fraternidad porque terminaron siendo como hermanas al cabo de unos meses.

   Eran iguales de corazón pero no de alma: Alicia era más determinante que Katherine, aunque Katherine sólo era determinante para repartir golpizas a quien se atreviera a mirarla mal. Katherine se enamoraba de amores imposibles y mientra más imposibles, mejor. Alicia prefería jugar con los corazones de los chicos que creían que le enseñaban todo de la vida aunque ella ya sabía de la vida más que ellos. Katherine tenía ya en plena adolescencia el corazón mal trecho de tanto amar sin ser correspondida. Alicia tenía el corazón helado porque no se atrevía a amar para no salir herida.

   Eran amigas, almas gemelas que se entendían desde lejos y eran el apoyo de la una y de la otra en un mundo en el que se daban cuenta que no era tan rosa como en los cuentos de niña, que era cruel y despiadado así sin más.

   Eran hermanas y se juraron amistad eterna, estudiar al menos en la misma universidad, surgir juntas, sobrinos, ser las madrinas de esos sobrinos, quererse y respetarse hasta el final de la vida y si se seguían queriendo, tal vez más allá.

   Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. Katherine se fue hundiendo en una diversa gama de depresiones en las que Alicia no podía hundirse con ella pero sí darle su mano, el brazo entero y hasta el torso (no más) para salvarla.

  Sus padres no pernitieron la ayuda, ella con el tiempo tambien la rechazó de tanta presión y prohibición de sus padres. Todas las promesas de las mejores amigas del mundo se fueron esfumando y el lazo de hermandad se fue rompiendo irremediablemente hasta que sólo quedaron recuerdos de la mejor amistad que tuvieron. Dejaron de ser amigas, hermanas, almas gemelas.

   Es una lástima que esos recuerdos serán revividos en caminos separados que más nunca se volverán a cruzar. Porque el destino es así. Punto.