20 ene 2011

Gravedad.


   El cabello rojizo, largo y suave es acariciado por el viento una y otra vez. Lo enreda y desenreda a placer. Siempre le ha encantado esa sensación a Isabel cuando va a alta velocidad en la autopista o cuando está en el parque un día de primavera. Sin embargo, hoy disfruta más esa sensación.

   Hoy el viento entra y sale de ella, la ama y la posee. Se siente feliz porque al fin vuela como siempre lo deseó, se siente libre después de tanto por lo que ha pasado en esta vida que tan mal la trató. Se siente de nadie y etérea. Se deja caer, se deja atraer al centro del planeta. Ha tenido unos segundos para pensar lo suficiente desde que se lanzó del último piso del edificio y ha pensado que quizá fue un tanto extremista... pero ya no hay tiempo para regresar.

11 ene 2011

El Tercer Botón.


Era que se era una vez
la historieta de un botón,
que soñaba cada noche
con ser un gran girasol.
Y cuando por la mañana
abrochado a una camisa,
se observaba en el espejo,
su sueñito se rompía.

“Si al menos fuese la tela
de un color más amarillo;
si en vez de ir siempre hacia el frente
fuera al cielo donde miro...”

Nunca nadie le hizo caso
al quejarse en el ropero,
hasta el día en que un zapato
le contestó a su lamento:

“Tienes el mal de los hombres,
que ansían lo que no alcanzan,
con los ojos siempre puestos
en aquello que les falta.
Así se pasan el tiempo
sin saber que justo al lado
tienen la luz de sus vidas
iluminando sus pasos.”

Se pasó toda la noche
Dando vueltas en silencio.
“¿Qué será?”, se preguntaba,
“¿aquello que yo no encuentro?”
Por eso cerró los ojos
para así ver nuevas cosas
y en seguida lo escuchó
latiendo bajo la ropa.
¿Cómo nunca se dio cuenta
del lugar privilegiado?
Pues siempre el tercer botón
tuvo el corazón debajo.

(http://borronycuentonuevo.blogspot.com/)

10 ene 2011

Monstruos.



La despertó su aliento de alcohol y tabaco y su cuerpo comenzó a temblar. Ahogó como pudo los sollozos porque no quería que sus hijos la oyeran. Intentaba desvestirse antes de que él le hiciera más daño arrancándole la ropa, mientras él forcejeaba y la insultaba y se enfadaba cada vez más.

La poseyó con violencia, pero ella todavía no sentía el dolor físico, eso llegaría después, ahora se desesperaba con sus gemidos y sus insultos temiendo que los niños pudieran oírle.

El suplicio duró unos minutos eternos, los que tardaron en llegar los golpes y una nueva avalancha de insultos, hasta que, agotado, se quedó por fin dormido.

Se levantó en silencio, se echó por encima lo primero que encontró, se limpió la cara de babas y sangre y se acercó a la habitación de sus hijos con el corazón encogido.

Comprobó aliviada que dormían y regresó a la cama.

Se despertó llena de angustia, estiró con miedo la mano hacia el otro lado de la cama: él todavía no había llegado.

(Avelino Vallina, de Ebude)

7 ene 2011

No ser tú.


   Esa primera vez en la que vi tu rostro totalmente desencajado de la rabia que te poseía sin control, te vi salvaje y primitivo. Fue en ese instante cuando prometí no ser como tú. Nunca... jamás.  

   Prometí que no tendríamos punto de comparación, sólo esos rasgos físicos que no puedo cambiar por ser tu hijo. Prometí que nadie diría ese "eres igual a tu padre" que tanto me ha hecho hervir la sangre porque no lo soy y tampoco quiero serlo. 

   Trabajo todos los días en eso, Padre. Y ese es mi orgullo, no ser Tú ni por equivocación.

6 ene 2011

A ciegas.

   El mundo da muchas vueltas. Muchas de esas vueltas son tan rápidas que nunca supimos cómo llegamos exactamente hasta cierta situación o a la vida de cierta persona. Eso fue lo que le pasó a Andrea.

Andrea juró a sus 12 años que nunca se iba a enamorar. Veía que el amor era, en la mayoría de los casos, sinónimo de sufrimiento. No entendía cómo algo que se suponía debía ser hermoso, terminaba tan mal.

Así fue feliz hasta los 15 años cuando lo conoció a Él. Pudo haberlo conocido en un café, en el colegio, en un centro comercial y tropezar, pero no. Cupido tuvo la genial idea de enamorarlos a ciegas como lo es él. Internet fue el medio, el puente de comunicación entre ambos. ¡El mundo y su tecnología y sus redes que atrapan!

La mente de Andrea le decía que eso no tenía sentido, que recordara su juramento, que lo dejara y se olvidara de él y de la falsa ilusión que Él producía en ella sin explicación alguna. Aún estaba a tiempo. Mas, sin embargo, ¿quién le hace caso a la razón cuando el corazón palpita indomable y susurra que todo es perfecto al hablar con Él, al escucharlo reír? ¿Quién presta atención a la razón cuando el corazón recita todas las aventuras que juntos han imaginado en mil lugares distintos del Universo con sólo cerrar los ojos?

Andrea sólo escuchaba a su corazón y se enamoró porque así lo quiso. Decidió enamorarse de lo que Él le contaba de su vida, de su alma. Se enamoraron así, sin aparente sentido y así fueron felices: de lejos, sin jamás verse, sin cruzar miradas. Sentían miedo de arruinarlo todo. Sí. Creo que así eran felices.

Finalmente, Él decidió viajar, dejar el país, irse muy lejos y Andrea no estaba en sus planes. Se despidieron a distancia, como fue toda su historia. Ahí se iba el amor de su vida o al menos el primero que había amado. Ahí se iba el hombre que nunca conoció en persona pero al que se entregó sin saber cómo ni por qué. Ahí se quedaba ella, en su ciudad, con el secreto de haberlo amado muchas veces más que a ella misma, con el secreto de haber amado a un desconocido tan conocido. Ahí estaba ella con una promesa rota, una historia de amor insólita y sin mucha lógica; con un aprendizaje y las esperanzas ocultas de verlo algún día antes de morir.