6 ene 2011

A ciegas.

   El mundo da muchas vueltas. Muchas de esas vueltas son tan rápidas que nunca supimos cómo llegamos exactamente hasta cierta situación o a la vida de cierta persona. Eso fue lo que le pasó a Andrea.

Andrea juró a sus 12 años que nunca se iba a enamorar. Veía que el amor era, en la mayoría de los casos, sinónimo de sufrimiento. No entendía cómo algo que se suponía debía ser hermoso, terminaba tan mal.

Así fue feliz hasta los 15 años cuando lo conoció a Él. Pudo haberlo conocido en un café, en el colegio, en un centro comercial y tropezar, pero no. Cupido tuvo la genial idea de enamorarlos a ciegas como lo es él. Internet fue el medio, el puente de comunicación entre ambos. ¡El mundo y su tecnología y sus redes que atrapan!

La mente de Andrea le decía que eso no tenía sentido, que recordara su juramento, que lo dejara y se olvidara de él y de la falsa ilusión que Él producía en ella sin explicación alguna. Aún estaba a tiempo. Mas, sin embargo, ¿quién le hace caso a la razón cuando el corazón palpita indomable y susurra que todo es perfecto al hablar con Él, al escucharlo reír? ¿Quién presta atención a la razón cuando el corazón recita todas las aventuras que juntos han imaginado en mil lugares distintos del Universo con sólo cerrar los ojos?

Andrea sólo escuchaba a su corazón y se enamoró porque así lo quiso. Decidió enamorarse de lo que Él le contaba de su vida, de su alma. Se enamoraron así, sin aparente sentido y así fueron felices: de lejos, sin jamás verse, sin cruzar miradas. Sentían miedo de arruinarlo todo. Sí. Creo que así eran felices.

Finalmente, Él decidió viajar, dejar el país, irse muy lejos y Andrea no estaba en sus planes. Se despidieron a distancia, como fue toda su historia. Ahí se iba el amor de su vida o al menos el primero que había amado. Ahí se iba el hombre que nunca conoció en persona pero al que se entregó sin saber cómo ni por qué. Ahí se quedaba ella, en su ciudad, con el secreto de haberlo amado muchas veces más que a ella misma, con el secreto de haber amado a un desconocido tan conocido. Ahí estaba ella con una promesa rota, una historia de amor insólita y sin mucha lógica; con un aprendizaje y las esperanzas ocultas de verlo algún día antes de morir.

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